Venecia

Cuarta Parte.
Ponte Rialto
En el puente había tanta gente que para apoyar los codos en el bordecito había que hacerse lugar esperando un buen rato en una cola amorfa multicolor, o directamente mandarse un poco a los ponchazos, abriendo camino entre los japoneses con sus cámaras, los alemanes con sus visitas organizadas, y los franceses con ese no sé qué, ese trulalá tan particular. La señora me miró y entendió todo de golpe. Yo estaba de cara al gran canal, me había hecho por fin mi lugarcito. Había estado caminando horas, perdida en un laberinto turístico imposible, en el que en cada esquina que doblaba encontraba más o menos lo mismo: callecitas preciosas, chiquitas, medievales, llenas de cosas para comprar, souvenires chinos, vidrio de Venecia, del bueno y del malo, máscaras carnavalescas, botas italianas de primera línea, abanicos a cuatro euros, muebles para quedarse a vivir, ensaladas de fruta… exactamente, cualquier cosa.
Creo que me buscó a propósito. Yo estaba algo inhibida con tanto estímulo y no me atrevía, más bien no quería, pedírselo a nadie. Era tener que caer antes, por todo precio, en el lugar de la charla ya sabida: ¿de dónde sos?, Argentina, qué lejos, y qué hacés acá... y no tenía ganas. Estaba arisca, huraña, sólo el puente tenía la fortaleza para sacarme de ahí. Miraba el recorrido del Vaporetto que una hora atrás me había llevado a mí por el mismo camino, miraba a los gondoleros con los turistas tratando de enamorarse mientras durara el recorrido, miraba las lanchas taxi, miraba el color del agua, miraba todo.
“Do I take you a picture?” me dijo en un inglés bastante bueno, aunque se notaba que no era su lengua materna. Si bien nadie la había invitado, no fue invasiva; más bien, por una razón que no sé muy bien cuál es, cayó exacta. Creo que me había estado observado desde hacía un buen rato y vio el momento en que hice pequeño videíto diciendo pavadas a cámara en mi pseudo-italiano, y luego intenté hacer la típica foto del que está solo, al borde del fuera de foco, con el brazo que toma la cámara de lejos y dispara, y no queda la foto deseable sino la posible, pero bueno, a veces la vida es así.
Le sonreí y accedí. No me preguntó de dónde soy, ni por qué estaba en Venecia, ni nada. Miró a través del visor, me pidió que me corriera un poquito para centrar el cuadro, se ve que tenía idea de lo que hacía, y disparó la foto. Era de mi misma contextura, petisa pero erguida, cincuenta y tantos años, un poco más asentada y rellena, y se había arreglado un poco para salir a pasear, sólo lo necesario. Se ve que estaba sola. Se la veía bien.
Al devolverme la cámara no forzó ningún diálogo, sólo me sonrió al despedirse. Todavía apoyada en el puente la vi bajar. Pude llegar a ver que alguien la detuvo y le preguntó alguna cosa. Ella le respondió y algo la hizo sonreír. La infinidad de gente que cruza el Rialto me tapó el resto. Volví a las lanchas, al Vaporetto, a los gondoleros, a los turistas forzados. Cuando giré la cabeza de nuevo, ya no la encontré más.
Esa noche antes de acostarme salí a dar una vuelta con Gilda, mi amiga de Venecia. En un restaurancito de madera bordeando el Campo San Polo (unas plazas secas preciosas que tienen en Venecia) la vi. Estaba con el mismo tipo, cenando. A ella se la veía radiante, comiendo lo que tenía en el plato, hablando suelta, disfrutando de la situación. Al tipo también, un buenmozón de vaya a saber dónde.
Seguimos caminando con Gilda, pero no le conté esta anécdota, la pequeña casualidad que había sucedido ese día. Eso sí, secretamente, le deseé lo mejor.

Es de noche, se termina el día. Estoy en Padua terminando de escribirles y quién me espera ahora es la almohada. No es tanto lo deseable sino lo posible, pero bueno, como aquella foto del Puente Rialto, a veces la vida es así.
Un cariño,
Vera




Comentarios

  1. Perla, querida!!! pero que belleza Venecia... mirá, ojalá algún día el Norber me pueda llevar,pero vos viste como es medio canuto.
    Ay Perla, "Que profunda emoción
    Recordar el ayer Cuando todo en Venecia Me hablaba de amor Ante mi soledad En el atardecer" se me pone la piel de gallina de solo pensar en Charles Aznavour cantándome al oído mientras paseo por góndola atravesando eso canales venecianos. Dios mío Perlita, imagino que el morocho timador de Berlín ya quedó en el pasado, no?
    Perlita querida siga disfrutando de la bella Italia y guaarda con los tanitos que son bravos eh...bueno si podés mandame uno por Fedex que el Norber ya no está rindiendo como antes...te lo pido por favor!
    beso enooorme querida
    Perla negra

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  2. Perla, te zippeo un tano bravo para reemplazar al Norber cuando no pueda más. Va en el attach adjunto, ¿sabés cómo descomprimirlo? Me imagino que tendrás tus técnicas, querida, que ya estamos grandecitas. Si se te complica dale unos golpecitos al cable de la computadora, con algo de suerte quién te dice lo tenés abierto de golpe en tu cocina.

    Aca en Italia la estoy pasando precioso, pienso en ustedes, las chicas, y en las tardes de croshé. Qué lindo sería que estuvieran conmigo, iríamos a comer pasta shutta, no sabés la de bien que se come acá, ya estuve anotando recetas en el cuadernito, cuando tenga un rato voy al correo y te las mando.

    Perla, te voy dejando. Gracias por escribir y no le cuentes nada al Norber lo del morocho berlinés, no quiero que se impresione pensando que hago cualquier cosa.

    Muchos cariños, querida, y un par de scons vía cable,
    Perla de Padova

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